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Daniel Samper Ospina

Uno de los mejores periodistas de Colombia, columnista de la revista SEMANA caracterizado por su ironia. aqui les dejo algunos de sus textos.

De por qué extrañaré a Uribe

Déjenme compartir mi tristeza: estoy deprimido, estoy acabado. No me repongo de la caída del referendo. ¿Cómo van a ser mis días sin Uribe como Presidente? -me pregunto mientras retengo las lágrimas-: ¿quién, como él, me hará reír en momentos de amargura? ¿De quién podré burlarme en adelante?

Siempre he creído que en este mundo cruel uno debe agradecer cada sonrisa, y al presidente Uribe le debo varias. La de esta semana fue por su pelea con Chávez en la Cumbre de Río. Fue un episodio realmente memorable.

No puedo ser hipócrita: reconozco que si yo hubiera estado allá, y hubiera visto que los dos comenzaban a gritarse, habría hecho todo lo que estuviera a mi alcance para que se pegaran de verdad: váyanse a los puños, los animaría: dense en la cara, maricas, para decirlo en el más puro lenguaje uribista.

Nada de dármelas de estadista y pedir que actuaran con altura, como clamó Raúl Castro en el más indignante intervencionismo cubano: ¿qué autoridad tiene Raúl Castro para decirles a los demás que actúen como estadistas, si en plena vejez él se viste con gorras? ¿Hay algo con menos autoridad que un anciano con cachucha? ¿Quién, en esas cumbres, parece Presidente? ¿Cristina Fernández, que no se sabe si es un travesti e invita a comer cerdo a los argentinos para que mejoren su desempeño sexual? ¿Ortega? ¿Alguien puede distinguir a Ortega de su escolta?

No es por nacionalista, pero el único que mantiene la dignidad presidencial en esos encuentros es Uribe, sobre todo cuando se saca la peinilla del bolsillo de atrás y comienza a peinarse en público sin pudor alguno, ante la envidia del canciller Bermúdez.

La pelea comenzó cuando Chávez le reclamó a Uribe por haber enviado 300 paramilitares a que lo mataran. Era una acusación absurda. Cualquiera sabe que con uno era más que suficiente.

Bien: tan pronto lo dijo, Uribe le respondió que fuera varón; se quitó las gafas y se las pasó al canciller; se quitó el reloj y se lo pasó a Valencia Cossio, que parece que no lo ha devuelto. Se remangó, puso los puños en guardia, trazó una línea imaginaria con el pie, le dijo a Chávez que la traspasara, escupió en el suelo y en ese momento el sapo de Raúl Castro intervino para calmar los ánimos.

Yo habría hecho lo contrario: habría hecho un círculo en torno a ellos dos con el resto de presidentes, y habría comenzado a gritar “¡pelea, pelea!”, como en el colegio. Acto seguido los habría conminado a que se despedazaran. Hagan patria, señores: mátense. Destrúyanse sin piedad alguna, y permitan transmitir la pelea por televisión. Es la mejor manera de arreglar el conflicto binacional de una buena vez. Los ministros de Defensa son incapaces. El de Venezuela es un gordo impresentable que asentía, sumiso, aquella vez que Chávez le ordenó sacar diez batallones a la frontera, que, como es obvio, jamás llegaron: los tanques se vararon en la mitad del camino. Y el de Colombia es ultra play y habla como si tuviera una papa en la boca, y así es muy difícil inspirar al Ejército para que gane una guerra.

Ahora bien: los cancilleres tampoco dan la talla: el de Venezuela es idéntico a Édgar Artunduaga, lo cual lo convierte en un interlocutor poco serio. Y el de Colombia tiene el pelo largo, y de darse una pelea lo agarrarían de las mechas, como hacen las niñas. Me surge, a ese propósito, una pregunta: cuando el presidente Uribe tuvo otra camorra famosa, y amenazaba con darle en la cara a una tal ‘Mechuda’, ¿estaba refiriéndose al doctor Bermúdez? ¿La ‘Mechuda’ es el canciller Bermúdez? ¿No podrían en Palacio dejar de hablar del ‘Curita’, la ‘Mechuda’ y otros alias con los que se reconocen entre sí para evitar confusiones?

Si Chávez y Uribe se van a los puños no sería una pelea de pesos desiguales. Es cierto que uno es de constitución ancha y el otro de constitución delgada, pero ninguno de los dos respeta de a mucho su propia constitución.

Con todo, reconozco que Uribe tendría las de ganar. Alguna vez reconoció que era un gamín, anda con una navaja en el bolsillo y en cualquier momento es capaz de chuzar a su contrincante. Con la ayuda del DAS, claro. Su gobierno tiene una buena experiencia al respecto.

Pero ya nada de eso sucederá. Uribe se irá del poder. Ahora todo ha terminado. Y, aunque tenga ganas de llorar, debo ser fuerte.

Debo ser fuerte, sí, pero no puedo: cierro los ojos y circulan por mi memoria, con el borde difuminado y bajo una música triste, las mejores diapositivas del Presidente durante estos años: él con una camiseta desjetada tirándose por un tobogán; él gritándole groserías por un megáfono a un montón de indígenas; él esparciendo como un loco el virus porcino; él saludando a los reyes de España con un frac que sólo le cubría las tetillas. Cada recuerdo me despierta una sonrisa melancólica. Lo voy a extrañar. Me va a hacer falta. En esta mañana gris salgo a caminar con las manos en los bolsillos. Silbo una canción. Pateo un tarro por las calles vacías. Si Uribe se va, y llega un presidente serio, no tendré de quién burlarme; no tendré de qué vivir. Sólo me queda la esperanza de que elijan a Juan Manuel Santos.


¡Láncese a la Alcaldía, Doctor Uribe!
Creía que Samuel Moreno era el alcalde más inepto de la historia, hasta el viernes pasado, cuando organizó un simulacro de terremoto en toda la ciudad. De un momento a otro, todo adquirió sentido: con razón la 26 es una ruina, las calles parecen escombros, la gente se agolpa en las esquinas a pedir limosna y hay rapiñas en todos los andenes. Samuel ha hecho un gran trabajo.

Tardó dos años en perfeccionar el simulacro, pero valió la pena: la ciudad, efectivamente, parece arrasada. Gracias a su gobierno ya sabemos cómo quedará Bogotá tras un terremoto. Y por eso merece todos mis respetos.

Sé que está de moda criticarlo, pero no seré yo quien se sume a esas voces injustas. Al revés: ojalá otros líderes sigan su ejemplo y organicen simulacros para todo tipo de catástrofes. Una de mis pesadillas es que en Bogotá suceda un derrumbe como el de las minas de Chile. Imagínenselo. Primero: dentro de los mineros estaría Víctor Carranza. Segundo: les darían un contrato a los Nule para que construyeran el túnel de rescate. Tercero: la obra quedaría a medio hacer. Cuarto: el presidente Santos viajaría hasta el lugar de los hechos y mandaría por una grieta, amarrado a una pita, a Edward Niño, el colombiano más chiquito del mundo, con el fin de que les llevara a los mineros un portacomidas lleno y un ejemplar rediseñado de El Tiempo. Cuarto: el gobierno nombraría un jurado conformado por Luis Eduardo Arango, Isabella Santo Domingo y Alejandra Borrero, para que decidieran quiénes van saliendo. Quinto: los mineros, sensatos, se rehusarían a ser rescatados y taparían cualquier boquete para que nadie de afuera pudieran entrar.

Bien, después de ese simulacro tan realista y bien logrado que organizó el viernes, Samuel me parece un hombre responsable. Pero en Colombia gozamos atacando al único político precavido que tenemos. Ah, país miserable e indolente, acá pasa de todo y nadie se queja: crecen las cifras de pobreza, hay derrumbes por el invierno, a Laura Acuña se le estalla una prótesis mamaria. Y nadie dice nada.

Solo levantan la voz para criticar al pobre Samuel por su ineptitud y por los escándalos de corrupción que revientan en el Distrito. ¿No ven que se trata de una persecución? Todavía hay gente que comenta el famoso desayuno del ex congresista Germán Olano, los Nule y el Contralor Distrital en la casa de Ángela Benedetti. ¿Por qué tantas sospechas? ¿No pueden reunirse políticos y contratistas a hacer país, a tejer sociedad? Era un desayuno. ¿De qué querían que hablaran sino de tajadas, de chanchullos y demás asuntos culinarios?

Pero Colombia es un país mezquino que persigue a sus mejores hombres. Yo mismo he cometido el error de criticar al hermano de Ángela, Armandito, que ha hecho una gran gestión como presidente del Congreso. Hace unos días, por ejemplo, organizó una jornada lúdica para que los congresistas se integraran.

Se vivieron escenas memorables. En lugar de trabajar, los senadores se pusieron a hacer aeróbicos, a simular peleas de sumo embutidos en trajes de espuma. El único que no necesitó disfraz de luchador fue José David Name, a quien simplemente le pasaron un hilo dental que lució con gran dignidad y que causó sensación entre la doctora Dilian Francisca y demás compañeras.

No vuelvo a criticar a Armandito, que gestionó esos juegos. No vuelvo a criticar a ningún político en general. Y los conmino a que respeten a Samuel. Ha hecho una gran alcaldía. Y me atrevo a decir que, ahora que regresa al país, la única persona capaz de continuar con su legado es el ex presidente Álvaro Uribe.

Los analistas dicen que si se lanza a la Alcaldía de Bogotá, Uribe barre. Dios quiera que se lance. Quiero verlo barriendo, el poncho colgado en el hombro, el carriel cruzado, las carnitas acomodadas de tal forma que los tres huevos no le estorben con la escoba. Ah, Uribe de escobita: ese es uno de mis sueños. Así lo quería ver. Le voy dando órdenes: recoja estos pañales que ensució Pachito, recoja esta Constitución que mire cómo la dejó. Y nada de entregarle la basura al negocio de sus hijos: no, señor, nada de eso. Se la da a los recicladores, así le duela. Y siga limpiando. De algo tiene que servir la derecha y su obsesión por la limpieza. Sobre todo, por la limpieza social. El mismo ex presidente dio lecciones de aseo esta semana, cuando se lavó las manos en el caso de Bernardo Moreno y dijo que él asumía todas las consecuencias, siempre y cuando no hubiera consecuencias: qué frentero, qué valiente.

¿Cómo sería una alcaldía de Uribe? ¿Cuántas cabalgatas armaría por la séptima? ¿Cuántos consejos comunales celebraría en La Media Torta? ¿Quién se lo aguantaría en la ventana del despacho con los binóculos apuntando todo el día hacia el Palacio de Nariño? ¿Cómo sería ver al 'Pincher' Arias parcelando el Jardín Botánico para repartirlo entre los ricos?

Soy el primero en votar por Uribe si ese el precio para que deje de dar conferencias en inglés en el exterior. Es mi contribución para que la imagen de Colombia mejore. Lo único que pido a cambio es que, si gana la Alcaldía, ordene hacerle trabajos de inteligencia a Samuel Moreno: trabajos sencillos, como que una puntos, como que reconozca los colores. Todo lo que sirva para trabajarle la inteligencia a Samuel Moreno es un gesto que cuenta con mi apoyo.